CAPÍTULO 14: “La evidencia”


   Abarcando toda la pantalla, vemos girar la cinta de la grabadora: “Ni piensen en traicionarme: NADIE traiciona a Gizmo” termina de reproducir. La cámara se aleja hacia arriba, abarcando también al alcalde y sus dos infiltrados, los tres inclinados alrededor del parlante. Killian sonríe, o algo parecido, mientras aprieta el botón que detiene la cinta. Guarda la confesión en un lugar seguro de la tienda, y reconoce:
   “Es la primera vez que me alegro de oír su voz. Ahora, ya tengo lo que hace falta para movilizar a todos los agentes de la ciudad para detenerlo. Pero primero, lo acordado: soy un hombre de palabra, tomen lo que quieran del almacén, como recompensa”.
   Ian, sin despreciar su querida Águila del desierto, encuentra un tesoro invaluable: “¡Una metralleta Heckler&Koch MP9, en su variante de 10 mm, con capacidad de alternar disparos en ráfaga! Me llevo ésta, jefe”
   Natasha estuvo tentada de llevar todos los medicamentos que pudiera cargar, pero el gesto de Ian la iluminó. Tomó un fusil de caza (muy probablemente, el mismo con que el asesino fallido atacó al alcalde) con todas las balas calibre 223 que pudo encontrar. Sin mucho apego por su arma original, cambió la pistola con la que saliera de la Bóveda 13 por todas las chapas que Killian aceptó darle.   Pero sin trocar las balas: Ian le pidió que las conserve ya que, con su nuevo juguete, iba a desperdiciar tanta munición calibre 10 mm como hiciera falta.
   Killian fue aún más lejos en su agradecimiento:
-Al amanecer pienso organizar una redada en el casino… realmente me gustaría que vinieran. Puedo contratarlos por el precio usual de mercenarios, si aceptan.
   Ian esta vez no tuvo dudas en decir que sí, pensando en estrenar ya mismo el arma. Natasha dudó un poco: ni siquiera un buen pago valía el riesgo de alejarse de la misión original. Pero Ian insiste, ya se habían involucrado demasiado como para no ver, y en primera fila, el espectáculo del dueño del casino arrastrando su grasoso pellejo tras las rejas.
   El alcalde les dice que fueran a buscar al sargento de los agentes de la ciudad, un tal Lars, para sumarse al arresto del “enorme trasero de Gizmo”.
  Eso hacen, y en la base de las fuerzas de seguridad coordinan con Lars (quien resulta un hombre lleno de cicatrices y un poblado bigote) para encontrase en el casino al salir el sol. Mientras tanto, se encaminan al hotel a dormir algunas horas.
  Pero una vez allí, su ruta sufriría un desvío significativo.

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