Todavía faltaba para la redada al amanecer.
Antes de acostarse, Natasha pasa por la habitación N°1 a echar una mirada a
Albert.
Unos minutos más tarde, Ian, que ya roncaba
en su cama, es despertado a los gritos. Natasha lo sacudía tratando de
informarle:
-¡Albert no
está!
-Cualquier
excusa te viene bien para acercarte a mi cama, ¿no?
Natasha deja ver el sentimiento de desagrado
por ese comentario, que se renueva cada vez que él hace uno. Por suerte, ya se
los guarda casi todos.
-La
recepcionista dice que estuvo metido en un lío con una “mujer pública”, que la
salvó de un delincuente y que salió del hotel.
-¿Por qué no
decís “puta” en vez de hablar como una vieja escandalizada? Bueno, cuánto se
puede haber alejado Albert así como está. Dejame dormir, seguro salió a tomar
aire.
-Parece que
se fue a averiguar sobre Gizmo en un lugar llamado “El Pozo-no-sé-qué”. ¿Lo
conocés?
Ian se incorpora de inmediato.
-Salgamos ya
mismo- Dice levantándose, aunque igual se toma unos largos momentos para
ponerse el pantalón de jean. Natasha, de repente sin muestras de apuro, no deja
de notarlo.
……………………………………
El bar está en plena actividad. Cuando los
viajeros llegan, ya habían retirado lo que quedaba del pandillero masacrado por
el cantinero. No tardaron mucho en encontrar a Albert, entonces por pedir la
tercera cerveza con su nuevo amigo.
“…y por eso no hay que tomar agua demasiado
limpia en el desierto”, terminaba de explicar el pelado, con un codo apoyado en
el respaldo de la silla y golpeando la mesa con el dedo índice para remarcar
sus palabras.
Albert está por hacer otra pregunta, pero
sus compañeros se abren paso entre la gente del bar y lo interrumpen. Ignorando
al pelado, comienzan a demostrar su preocupación al verlo levantado, lejos del
hotel y tomando cerveza con desconocidos.
-No estoy
charlando con ningún desconocido- se defiende Albert, que ya está algo afectado
por el alcohol- Mi amigo acá es un “ranger” de Nevada, sabe mucho del desierto
y está de paso en viaje muy peligroso cruzando el páramo. Y se llama… era… algo
así como…
-Es verdad,
no es recomendable hablar con extraños- dice el extraño- Creo que aún no nos hemos presentado
formalmente. Mi nombre es Tycho, ¿Y los suyos?
-Los nuestros
no son asunto suyo- Responde Ian, cortante.
-Yo soy
Albert, y éstos son Ian y Natasha... Creo que ahora podríamos seguir nuestra
conversación. Si quieren, pueden sentarse con nosotros – Sus amigos toman
asiento, sin acomodarse mucho- Tycho, te agradezco los consejos de “vida al
aire libre”, pero me gustaría saber un poco más sobre el dueño del casino.
Ian y Natasha se enderezan en sus asientos y
cruzan una mirada preocupada. Su gesto tenso no pasa desapercibido para Tycho.
-Albert, ya
molestamos mucho al señor… Tycho- Dice Natasha, tomando suavemente a su
compañero- Nos volvemos al hotel.
-¡Momento!-Se
queja Albert levantando la voz, quizás por el efecto de las cervezas
consumidas. Inmediatamente se controla y agrega en voz baja- Tengo una amiga
que necesita ayuda, ella, como mucha más gente, la pasan muy mal por ese
mafioso. ¿Qué punto débil podría tener ese casino?
Tycho nota la creciente incomodidad de los
otros dos. Pero, de pronto, también cierto interés general por su opinión.
- Lo cierto
es que nunca entré a ese lugar. Pero si alguna vez pongo los pies allí, será
justo sobre el grasoso cuello de ya se imaginan quién. Ese sujeto… bueno, no
cuenta con mi beneplácito. Ya tendrá su merecido al final.
-¿Y qué nos
detiene? A lo mejor es hora de que le llegue ese final- se entusiasma Albert,
incorporándose con un leve mareo- “Si la historia nos ha enseñado algo, es que
se puede matar a cualquiera”.
-Ya es casi
el amanecer- hace notar Ian a Natasha.
-Discúlpenos
un momento, señor Ranger de Nevada- le pide ella, tratando de no sonar muy
descortés.
Ian y Natasha se llevan aparte a Albert. A
una distancia en la que creen que nadie los puede oír, lo ponen al tanto de
todo lo ocurrido. Del pedido del alcalde, su trabajo como infiltrados, la
confesión de Gizmo y la redada de Lars. Albert, lamentando haberse quedarse
afuera de la intriga entre la ley y el crimen organizado, exige sumarse al
desenlace del asunto. Natasha se opone, alegando que está apenas recuperado,
que no es seguro. Pero Albert no se da por vencido:
-Si querés
más seguridad, podríamos decirle a mi amigo Tycho que se sume. Es un Ranger
experimentado y con buenas intenciones.
-¡Apenas lo
conocés, qué vas a saber realmente de qué lado está!
-Bueno, ya
sabés lo que dicen: “mantén a tus amigos cerca, y a tus enemigos aún más cerca”.
-Mirá,
Alberto[1]- opina Ian- el pelado no me cayó nada bien, con esa actitud de
boyscout que se las sabe todas...
-¿Qué te
pasa, te pone celoso de que conozcamos viajeros con más experiencia?
-Mirá, por mí
quédate con todos los viejos que te quieran levantar con el cuentito del
guadabosque bondadoso.
-Perfecto,
con suerte me levanto un viejo que sepa ver cuando vienen piratas, en vez de ir
todo el camino mirándole el culo a Natasha.
Natasha, roja por varios motivos, corta la
discusión. Ian retoma lo que iba diciendo:
-Miren, la
verdad no me importa si es un viejo pederasta o un borrracho que toma a costa
del primer boludo que aparece.
-¡Ey!
-Dejame
terminar. Pero si dispara como habla, un hombre extra nos podría ser muy útil.
-Es lo que
digo yo: “se puede llegar lejos con una palabra amable, pero con una palabra
amable y una pistola…”.
-Albert,
cortala con las frasecitas- lo interrumpe Natasha- Ok, volvemos a la mesa.
Tycho estaba terminado lo que le quedaba en
la botella. Los otros tres, al unísono, se sientan, solemnes. Natasha baja
mucho la voz, y los demás se acercan a
ella para escucharla:
-Killian nos
pidió que limpiemos esta ciudad. Y nos gustaría tener tu ayuda.
-Bueno, ya
era hora- se alegra Tycho, poniéndose de pie al mismo tiempo que toma su
máscara de gas y desenfunda la escopeta. Mira de reojo a Ian- Mostrémosle a ese
obeso lo que puede hacer un viejo borracho pederasta.
Mientras dejan el bar, Ian le comenta a
Natasha (lo más bajo que puede) “Hay que reconocer que el viejo bufarra tiene
buen oído”.
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