La hora fría que precede al alba era la peor
de la jornada para un caminante, decía Ian. Ya en pleno desierto, el guía
aconsejaba avanzar de noche y utilizar esa hora para hacer un alto y descansar.
El calor del fuego y la comida le mejoran el
humor, y le aflojan la lengua: “A pesar de los animales mutantes, la radiación,
la sed y vaya uno a saber qué otras sorpresas, el peor peligro siguen siendo
las personas”. Se detiene para ver el efecto de sus palabras, y nota que con
ellas ha aumentado un poco más la desconfianza sobre él mismo. Trata de
explicarse mejor. “Quiero decir que un nido de escorpiones no es nada al lado
del nido de los Piratas”
Los viajeros, mientras se calientan las
manos, le preguntan si sabe algo más sobre esos piratas.
“Demasiado. Hay unos tres grupos: están los
Chacales y las Serpientes, pero los peores son los Khans: un montón de
criminales despiadados, del primero al último. Su Jefe, Garl
“Mano-de-la-muerte” es lejos el más hijo de puta de todos. Tienen una base
cerca de Arenas Sombreadas, y están bastante organizados como para atacar
cualquier caravana profesional con éxito.”
-Que es lo
que te pasó a vos- suelta malintencionadamente Natasha.
-Que es lo
que… sí. Eso mismo- Se desnuda una parte
del torso y les muestra una cicatriz de bala. Le pregunta a la viajera si
quiere tocarla con la mano, y ella instintivamente se pone rígida y la aleja.
Ian se ríe aclarando que es inofensivo, pero cuando mira a Albert buscando
complicidad, tampoco encuentra que le haya hecho gracia. El “bromista” resopla
y vuelve a tapar su vieja herida.
- Yo era uno
de los guardias en una caravana de mercaderes. Los piratas nos agarraron por sorpresa.
A mí me dispararon y me dieron por muerto. Cuando esos hijos de puta terminaron
de saquear nuestro campamento, me arrastré hasta que Seth y sus guardias me
encontraron. Mis compañeros… sus huesos se deben estar blanqueando no muy lejos
de acá.
Natasha suaviza un poco el gesto. Ser
civilizado en fácil dentro del refugio, pero en un mundo así, no abandonarse a
la brutalidad ya debe ser un logro.
-Bueno,
perdón. No quise tocar… un tema
delicado.
-Se acabó el
descanso- Avisa, cortante, el antiguo guardián de caravanas. Apaga el fuego y
se incorpora- A ver si podemos alejarnos rápido de esta zona.
No volvió a hablar durante todo el día. En
el próximo descanso, mientras Natasha dormía, Albert quiso volver a animarlo.
Le preguntó que pensaba él de los distintos habitantes de Arenas Sombreadas,
para eventualmente llegar (como ya se imaginaba Ian) a la pregunta verdadera.
-¿Y qué
pensás de Tandi?
-Ojalá se
vuelva una mujer sabia, como el padre. Pero es temprano para ver dónde va a
llegar, ¿no? Es decir, es apenas una adolescente.
Albert se apura a reconocer que sí, que
claro, casi una nena. Ian lo mira de reojo, disfrutando la confusión en el tono
de Albert. Después mira a la distancia y agrega, nostálgico.
-Es una buena
chica-resume- Ahora, mujer, yo tengo a alguien esperándome en casa.
-¿En tu
casa…?
-Es una frase
hecha, no le busques la vuelta. Cuando digo “casa” quiero decir “El Eje”, y
cuando digo “alguien”... bueno, ya vas a ver las mujeres que hay. También
hombres, si te interesa.
Albert repite alguna frase común en la
comunidad del refugio.
-En La Bóveda
13 aprendemos a no cuestionar las compañías…
-Sí, sí. En
El Eje tenemos todo tipo de compañía: es la ciudad más grande del mundo.
Tenemos todo de todo.
-¿Y habrá un
chip de agua…?
-Mirá, si no
encontrás lo que buscás en El Eje, hacete la idea de que no existe…
Un disparo a la distancia corta el diálogo.
Despiertan a Natasha y levantan el
campamento con el mayor silencio posible.
El ruido llegó desde algún lugar impreciso, así que avanzan esperando
que no haya salido de más adelante.
Antes de que el sol caiga, ven, no muy lejos
de donde están, un pequeño campamento. Según Ian, no pareciera ser un
asentamiento pirata, pero de todas formas se acercan sigilosamente a
inspeccionar, con las armas listas en las manos. No necesitan mucho análisis
para entender el panorama: un par de Brahmin sueltas, una tienda y varios cacharros confirman que no sería un
campamento de bandidos. Pero un cadáver desangrándose junto al fuego da un buen
indicio de que los piratas pasaron por allí.
De la tienda surge una mujer tatuada,
protegida con una campera de cuero negra y armada con una lanza. Ian, con gesto
de asco, confirma sus sospechas:
-Piratas.
Desde el interior de la tienda se escucha
gemir a otra mujer. La pirata grita hacia adentro, diciéndole a alguien que se
apure, y los gemidos se transforman en un grito. Un momento después, no hay más
gritos ni gemidos. Enseguida, otro pirata sale de la tienda acomodándose los
pantalones y limpiando en ellos un cuchillo manchado de sangre. Los habitantes
del refugio expresan sus dudas:
-¿Habrá más
por la zona?
-¿Tendrán más
armas?
Ian desenfunda su vistosa Magnum .44, modelo
“Desert Eagle”, y revisa el cargador:
-No sé
ustedes, muchachos. Pero yo, cuando veo piratas, a las matemáticas me las paso
por el culo.
Dicho lo cual, abre fuego. La mujer pirata
cae con el primer disparo, pero el hombre alcanza a refugiarse detrás de la
carpa. Entonces Ian se lanza a dispararle más de cerca, y Natasha y Albert lo
siguen:
-“Yipikahey,
motherfucker”- grita Albert (“No, no había más de dos”, piensa).
El pirata sale de detrás de tienda
disparando (“Sí, sí tenían más armas” piensa Natasha).
Las Brahmin, ya inquietas por el olor a
sangre, se espantaron del todo. El pirata intenta escapar una vez que se queda
sin balas, pero entre los tres prácticamente lo masacran. Al volver la calma,
también regresaron las vacas mutantes.
Ian aconseja no demorarse: "el tiroteo
puede atraer a todos los piratas de los alrededores, y quien sabe qué más:
hacemos un saqueo rápido, y seguimos viaje”
Albert puso su cara de “¿Saquear a los
muertos?” pero automáticamente nota que los cuestionamientos morales están
fuera de lugar. Natasha se adelanta.
- Ok, yo me
quedo con la chaqueta de cuero de la flaca.
El otro tipo tenía una coraza de cuero
marrón-verdoso que a Albert le queda bastante bien. Ian se consigue otra
pistola (también una “Desert Eagle”) y las municiones que quedaban. Tenían
algunas chapas encima, seguramente el botín recién conseguido. Con eso, más la
lanza y el cuchillo, se dan por satisfechos. Dentro de la tienda, el cadáver de
una mujer se desangraba lentamente. De las pertenencias de las víctimas no
encontraron a la vista nada que pareciera útil. Los acomodaron dentro de la
tienda con algo de cuidado. Al salir, el mugido inquieto de las Brahmin los
asusta. Hay una figura merodeando entre las dunas que rodean el campamento.
Un pirata más joven que el resto estaba de
regreso de, probablemente, “ir de cuerpo” entre los médanos. Alertado por la
balacera, se acercó tratando de adivinar la suerte de sus compañeros y a la vez
pasar desapercibido. La ráfaga de balas que lo recibió le dio una idea de que
no estaba muy oculto, pero también la respuesta a su inquietud: la
administración del campamento había cambiado una vez más. Con esa certeza,
simplemente se da vuelta y sale corriendo. Ninguna de las balas de los tres
viajeros llega a alcanzarlo.
-Nos vamos
YA- sentencia Ian, aunque suena como el consejo más obvio del mundo.
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