CAPÍTULO 2- “El exterior”

  El aire es húmedo, mucho más caliente y pesado del que siempre han respirado a través de  los purificadores de la Bóveda 13. La oscuridad tampoco es la misma: se distinguen las rocas del suelo y las paredes de la cueva, gracias a una luz desconocida que se filtra por entre las estalactitas y estalagmitas del laberinto subterráneo en que se encuentran. Justo donde termina el círculo de luz de la puerta del búnker, hay un bulto de alguna forma familiar. Cuando los habitantes del refugio se acercan, distinguen un montón de huesos cubiertos por un overol de la Bóveda 13.
  Natasha reprime un grito, y se aleja del cadáver. Alterada por el hallazgo, retrocede hasta la consola junto a la puerta, e introduce su clave de acceso. Un “bip” le indica que ha sido denegada. Surge una voz a través del parlante de la consola: “Hola muchachos, no podemos abrirles ahora, uhmm… problemas técnicos…”.

-Está bien, “no hay problema”- dice Albert fingiendo una simpática voz grave y rasposa. Tratando de tranquilizar a Natasha sacude al cadáver con el pie- Mirá: bien muerto. Y además no es cualquier muerto. Podemos decirle “Ed”, ¿Qué te parece?
   Natasha sigue el intento de Albert por borrar la tensión del momento. “Ed está muerto… me gusta como rima”. [1]
 Se anima a agacharse a revisar el cadáver.
-¿Qué hacemos?- susurra Albert, algo desconcertado- No sé si corresponde...
-“Ed” está muerto- repite Natasha, ahora más segura, revisando los huesos- y como bien dijiste, todo suma. Mirá: algunas balas más… nos pueden servir si nos encuentra lo que mató a “Ed”.
   La música de la escena, hasta ahora una tensa melodía de suspenso, se intensifica con una secuencia de acordes agresivos.
   Un chillido surge desde una grieta en la pared de la caverna, y dos pequeños ojos rojos brillan dentro. Los exploradores se miran. Natasha le pide una bengala a su compañero, y Albert también enciende una.
-No creerás que lo pudo haber matado una simple rata- arriesga, mientras ve salir un hocico peludo de la grieta. Un hocico con largos, cortantes y amarillos dientes.
-Una y simple, no- responde Natasha, acostumbrando sus ojos a la luz rojiza de las bengalas- pero varias y mutadas, puede ser…- las bengalas, que con las décadas de antigüedad que deben tener ya es milagroso que funcionen, se consumen rápido. Albert intenta encender otra, pero sus manos nerviosas la dejan caer.
  Natasha, apuntando casi a ciegas su pistola automática, dispara hacia unas figuras que se mueven adelante. El breve fogonazo de la pólvora muestra unas diez ratas especialmente grandes que avanzan hacia ellos, sobre sus garras negras y afiladas.    
   Con el disparo, que no acertó a ninguna, el conjunto se espanta un momento, pero sólo para volver moviéndose más rápido que antes. Los habitantes del refugio corren alejándose de ellas, pero en cualquier recodo de la cueva se encuentran con otro grupo de ratas que, ya excitadas por el olor a carne, se amontonan tratando cada una de dar el primer mordisco. La banda sonora es ahora un ritmo agitado, impactante como en una escena de acción de Resident Evil.

   Albert y Natasha disparan sin mucho criterio. Matan dos o tres, pero en el montón no hace la diferencia. Además, ahora el nivel de desesperación de los roedores es tal que ya no se asustan del ruido o de los fogonazos, y ni siquiera los que han sido heridos abandonan la cacería, aunque queden al final de la masa.

   De pronto, el túnel se ensancha y no muestra más que una sola dirección hacia adelante. El aire se hace más limpio y más cálido, y una luz enceguecedora lo ilumina todo. Ahora la puntería mejora, y las ratas más cercanas revientan con cada disparo. Ya es mucho para el resto de las alimañas que, chillando, se retira hacia su acostumbrada oscuridad. Puede considerarse un combate victorioso. La música cambia: la melodía propone un clima de serenidad.
   Natasha y Albert se colocan los protectores en los ojos (equipo básico de Vault-Tec, para evitar daños oculares al primer contacto con los rayos gamma) y se quedan unos momentos parados en la entrada de la cueva, de espaldas al túnel.
   Vistos desde adentro de la cueva, sus cuerpos en contraluz se recortan como dos siluetas negras sobre el horizonte amarillo. Por primera vez, están viendo la luz del Sol.



[1]En el inglés original, la frase sería “Ed is dead” (rima intraducible al castellano). Los subtítulos para Latinoamérica de esta película decían “Eberto está Muerto” (Nota del Traductor).

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