Cuando Albert fue arrojado hacia un costado,
se desparramaron los cuerpos descompuestos que amortiguaron su caída. Luego
explicó, mostrando el terreno a sus amigos, que tanteó el suelo buscando su
maza… pero encontrando en su lugar algo más conveniente. Mientras relata, les
deja examinar el arma con la que había derretido al “Sensei Splinter”. El
habitante del refugio la había sacado “from the cold, dead hands”[1] del
cadáver de un necrófago, sin distinguirla bien en medio de la penumbra y la
desesperación, pero entendiendo al tacto que era una pistola. Sólo que su
disparo, una bola de combustible verde, fue mucho más efectivo de lo que
hubiera pensado jamás.
El hallazgo era una aparatosa pieza
metálica, muy liviana, con una sustancia verde que brillaba en su interior. Una
pequeña célula de energía, algo así como una batería, servía para recargarla… y
por suerte, se veía con la carga completa.
-Es una
pistola de plasma- sentencia Ian, devolviéndole a Albert el arma luego de un
análisis profundo. Sin demostrar su envidia por el hallazgo, se pone a revisar
los montones de huesos con la esperanza de que hubiera otro tesoro oculto entre
la podredumbre- Según escuché, fanáticos de la tecnología como esa “Hermandad
del Acero” hacen armas así de raras: rayos que te electrocutan, lásers que si
te cruzan te queman… o bolas que te derriten, como ésta. Pero nunca había visto
ninguna, y menos lo que pueden hacer… Guardala bien, no quiero que se te escape
un tiro de plasma caliente y me derritas un glúteo.
“Si, sería una lástima”, se sorprende
pensando para sí misma Natasha, al mirar de
reojo a Ian agachándose en su búsqueda. Se desentiende de ese
pensamiento, y de inmediato se dedica a orientarse para encontrar el camino
perdido hacia la superficie.
-Creo que es
por allá- dice, señalando hacia un punto específico en la red de drenajes-
¿Podemos ir, o van a seguir revolviendo ese charco de mugre?
Ian se da por aludido.
-No creo que
tengamos suerte- Se lamenta, con una decepción casi infantil- Solamente queda
un montón de basura inservible.
Y se descarga pateando unos cuantos metales
retorcidos cubiertos de óxido. Justo antes de que se sumerjan en un pozo,
Natasha los detiene con el pie. Desde luego no eran un arma de tecnología
avanzada… pero los guarda igual, siguiendo un pensamiento que no compartió con
el resto. Los demás ya avanzaban hacia una escalera de mano, clavada en la
pared en el lugar donde, más o menos, debería estar la salida indicada por los
espectros de las cloacas.
Resultó ser, efectivamente, una salida. O
una entrada, dependiendo del punto de vista.
[1] “De sus manos frías y muertas”. Frase muy común en inglés, que aparece
en muchas películas y libros, por lo que decidimos dejarla en su idioma
original, como una posible referencia (N. del T.).
Amé la referencia del láser 👌🏽
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