La zona del almacén de agua se parecía
bastante a las demás ruinas de Necrópolis. Cuando salieron del subsuelo de la
ciudad, recorrieron los callejones entre los edificios, evitando los necrófagos
que merodeaban, solos o en grupo. En cada esquina, grandes rostros de piedra
los observaban con los ojos y las bocas abiertas: las imponentes esculturas que
todavía decoran las paredes.
Más tarde o más temprano, dan con una
avenida que termina en una construcción de mayor tamaño que las otras. Luego de
chequear que no haya ningún necrófago a la vista, se arriesgan a exponerse a la
luz (ya declinante) que iluminaba esa calle desierta.
Avanzan pegados a las paredes adornadas de
las casas cercanas.
Casi llegando al almacén ven, sobresaliendo
de uno de los muros, una gárgola que se destaca entre las otras. Es una mole
más alta que una persona, grotesca pero de alguna forma realista; a diferencia
de las otras esculturas que custodian los edificios en ruinas (negras por el
humo o descoloridas por la erosión) ésta tiene un parejo tono verdoso, quizás
producto del moho o la humedad. Le pasan por al lado, a unos cuantos metros.
Ninguno, claro, se detiene a analizarla, más
preocupados por los invasores que por la crítica de arte de preguerra… pero
supongamos que Albóndiga se acerca para investigarlo, rezagándose del grupo.
Olfatea a una distancia prudencial, e inclina la cabeza hacia un costado, con
desconfianza. Entonces veamos a la mole según el punto de vista del perro: una
toma subjetiva en blanco y negro, desde abajo y cada vez más cerca, hasta que
la estatua ocupa de a poco toda la visión…
Si bien la postura era la de un centinela (como suele ocurrir con muchas
esculturas de los edificios) esta gárgola tenía la enorme cabeza inclinada, y
los párpados cerrados. Se ve monstruosa pero no demoníaca: la boca torcida, las
orejas pequeñas, la nariz muy ancha, la mandíbula cuadrada, los dientes
salientes… todo se ve desproporcionado, inarmónico, muy impropio de la
exaltación perfeccionista del estilo reinante.
En un examen más detenido, se puede apreciar
que los músculos de los brazos y el torso (amplios como los de un ogro) si bien
son toscos, tienen un gran nivel de detalle; y aunque éstos están desnudos, las
gruesas piernas están cubiertas de pantalones y botas que parecen de verdadero
cuero, o alguna tela áspera (no muy distinta de su piel rugosa, llena de bultos
y cicatrices).
Entonces notamos, al mismo tiempo que el
perro porque estamos viendo a través de sus ojos, una leve sacudida en la nariz
grotesca… y enseguida, una violenta exhalación: la supuesta gárgola lanza un
ronquido abriendo por completo la monstruosa boca.
Los tres viajeros se detienen, paralizados, a
unos pasos de la entrada del edificio de la bomba de agua. Giran, en una media
vuelta perfectamente sincronizada, y abren por completo los ojos, casi al mismo
tiempo que el enorme centinela, que se rasca y se despereza despertando de su
sueño. Cuando los ve, grita con una voz lenta y cavernosa que se identifiquen,
pero ya Albóndiga ha huido hacia los edificios, y sus dueños no tardan en
seguir su ejemplo. O casi.
Cuando Albert deja de correr, bajo la
precaria protección de un callejón estrecho, inclina la cabeza y cierra los
ojos recuperando el aliento. Percibe cerca la respiración agitada de Ian, que
llega puteando en voz no muy baja.
-¡Mierda!
¡Mierda! ¡La puta madre! –Lanza en exclamaciones entrecortadas, mientras espía
asomándose apenas por una ventana- ¿¡Me están jodiendo!? ¿Así son los
invasores? Esa cosa… esa cosa… ¡pensé que teníamos que bajar otro grupito de
mutantes raquíticos! ¡Esa cosa... esa cosa… en un puto super-mutante
super-tamaño familiar[1]!
Albert, incorporándose, lo calla.
-No te pongas
histérico; ya lo vimos todos.
Entonces se da cuenta.
-¿Dónde está
Natasha...?
[1]“That thing… That thing… is a fucking super-mutant super extra size”, en
el idioma original. La
palabra “puto” (aquí utilizada en un sentido no homofóbico) es,
lamentablemente, el vocablo más adecuado para una versión castellana
rioplatense. En idioma neutro, podríamos haber traducido “fucking” como
“jodido”, que es semánticamente análoga (N. del T.)
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