CAPÍTULO 43: “Luz caliente”

   Ian: oye el grito de mujer, apagado, y enseguida el ladrido del perro. Se adentra en los cuartos del almacén de agua, apuntando hacia todos lados con su arma recargada… detrás de las varias cajas y pilas de basura, ve algo que se mueve dentro de una especie de celda.
-Hey, amigo, sáqueme de aquí- ruega la mutante encerrada cuando ve acercarse a Ian.
-¡De dónde vienen los gritos!-le grita a su vez Ian, mientras le apunta con la metralleta. La necrófaga señala hacia la celda conjunta, y Ian se zambulle adentro, metiéndose por el agujero que hay en el centro de la pequeña habitación. Los gritos y los ladridos se vuelven más fuertes a medida que baja la escalera. 
   Distingue que está casi llegando a un primer nivel debajo del suelo, y se suelta. Cae casi encima de Albóndiga, que gruñe metiendo la cabeza dentro del agujero que conduce al segundo tramo de la escalera subterránea, el que lleva al túnel del refugio. De allí salen los gritos femeninos, y una extraña luz espectral. El perro reconoce enseguida a su amigo, y le ladra en señal de advertencia.
    Albert: finalmente, corre la tapa de la alcantarilla y sale a la superficie. El soldado mutante del lanzallamas ha vuelto a entrar al almacén de agua, y hasta ahora no se ha visto ni escuchado ningún fogonazo allí. Revisa la carga de su pistola, y se lanza hacia el interior con la determinación de disparar al supermutante una buena descarga de plasma antes de que éste pueda darle una de su lanzallamas.
    Ian: Se asoma a la boca del pozo. La propia luminosidad de los espectros es su perdición. Desde arriba y sin mucho esfuerzo, logra tomar a Natasha con una mano, y disparar hacia los espectros con la otra. No sabe si los mata, pero al menos consigue que la suelten. Tira hacia arriba con otro esfuerzo más.
    Natasha: Libre de los espectros que la sujetaban y ayudada por Ian, logra ascender al primer subsuelo del Almacen de Agua. En el impulso, caen ambos al piso, uno sobre otro. Se quedan callados un momento, sintiendo ambos el pecho agitado de su compañero.  Natasha envuelve sus piernas un poco más alrededor  de las de él. Ian sube una mano hacia su espalda, para apretarla aún más contra sí mismo. Ella siente cómo su compañero afloja los músculos, y levanta los ojos para ver los suyos. Del pozo sube todavía la luz radioactiva de los mutantes, la justa como para que crucen una mirada cómplice y vean la sonrisa en sus caras. Sostienen un momento esa tensión agradable. Los dos acercan sus caras, muy lentamente, inseguros… hasta que los ladridos de Albóndiga junto a ellos los devuelve a la realidad.
 -Tenemos que seguir bajando, hay un refugio al final de ese túnel. Quizás haya más espectros, pero con un arma podemos enfrentarlos.
-Primero, no es un arma sino dos- aclara Ian, sacando algo del atado de lona que lleva colgando- Sé que te gustan más los rifles…
    Lo mejor del arsenal de los supermutantes era un rifle de asalto. Un arma muy elaborada, de la época de la Guerra, capaz de disparar con largo alcance, ya sean tiros simples o una ráfaga de balas.
-Y segundo -concluye Ian, tomando la escalera de mano para volver hacia arriba- lo que tenemos que hacer es irnos rápido al punto de encuentro a reunirnos con Albert.
-¿Al punto de qué?- Pregunta Natasha, dudando si subir o no junto a su compañero. Tiene el rifle en la mano y la mirada perdida hacia el extremo inferior de la escalera, donde sabe que hay un refugio con la puerta abierta.
-Vos seguime: Albert está en peligro, pero tenemos un plan- le responde Ian, ya subiendo a Albóndiga a la celda por la que entraron. Natasha duda un momento y luego salta hacia la escalera siguiendo a su compañero, que ya va por los últimos peldaños.    
    Albóndiga: subido por sus dueños llega primero al nivel del almacén de agua, y se adelanta a ellos contento de pisar de nuevo la superficie y respirar aire no tan contaminado.
    Natasha: antes de cruzar la habitación de la bomba de agua, se detiene ante los pedidos ya muy lastimeros de la mutante prisionera. Les pide un momento a sus compañeros, y de un disparo hace volar el candado de la reja. Ian y Albóndiga ya están perdiéndose de vista en el interior del edificio, y Natasha los sigue hacia la puerta de salida.
    La prisionera: al fin fuera de la celda, estira los brazos, se sacude las piernas, y avanza rengueando mientras disfruta de la libertad. Ve cómo sus salvadores se pierden al doblar por el pasillo que lleva a la salida, y también toma ese camino, sólo que mucho más lento. Pero cuando llega al pasillo, se arrepiente de haber dejado la seguridad de su prisión: un brutal supermutante los está apuntando a todos con un inmenso lanzallamas. La necrófaga intenta retroceder sin ser notada, justo en el momento empiezan los disparos.
   Albert: apostado en el umbral del Almacén de Agua, mira hacia atrás, hacia los callejones. No ve que regrese aún el resto de los mutantes armados, que lo deben estar buscando. Con el arma lista, irrumpe en la sala. Ve las espaldas del soldado del lanzallamas, tapando la entrada de un pasillo. La mole le está apuntando a alguien. Albert, a su vez, apunta y dispara. El supermutante, herido en un homóplato (que ya empieza a derretirse) voltea y suelta una llamarada que obliga a Albert a buscar refugio detrás de unos estantes. Cuando el gigante está por ir a buscarlo, desde el otro lado del pasillo una ráfaga de balas lo hace tambalear. (“Ian”, piensa Albert). Atrapado entre dos fuegos, gira de nuevo el cañón de su arma hacia los cuartos interiores. Un nuevo fogonazo del lanzallamas atraviesa el pasillo.
   “Ian” grita Albert. Deja su escondite a la vez que apunta… y no llega a disparar: el supermutante y luego él mismo se apartan para dejar pasar a un cuerpo envuelto en llamas, que corre por el pasillo hacia la calle.

……………………………………

   Acá se nos modifica un poco nuestra perspectiva. Breve flashback y cambio de enfoque:
    Natasha, luego de liberar al espectro, sigue a sus amigos hacia la salida… al entrar al pasillo se detiene de golpe: Ian está en medio del corredor, y adelante, esperándolos al comienzo, un supermutante armado con alguna clase de artefacto muy imponente los apunta. El gigante con aspecto de soldado los intima a dejar las armas y seguirlo. Igual que Harry, insiste con que los normales deben ser llevados con “Mite”.
    “¿Con quién?” pregunta Ian, para ganar tiempo. “Mite Niente”[1] responde a secas el ser grotesco. “No vamos a ir a ningún lado con vos, super-mutante” responde el humano. El gigante se ríe del nombre que le da (ellos, claro, no se llaman a sí mismos así) y les ordena, una vez más, que se acerquen desarmados. Se ve que está conteniendo, con mucha fuerza de voluntad, las ganas de usar su aparato: las órdenes de su superior deben ser incuestionables; no estarían con vida si dependiera de él apretar el gatillo. Antes de que el supermutante pierda la paciencia, oyen un leve pitido, y un resplandor verde estalla detrás del ogro. Su gesto de enojo se mezcla con una mueca de dolor: el monstruo gira y descarga una larga llamarada en la sala, de donde vino el disparo de plasma.
   “Albert”, piensan los aventureros, que ven en el enorme hombro verdoso cómo la carne se derrite alrededor del impacto. Pero el mutante no es una ratatopo, y el disparo no alcanza a destruirlo. Ian no pierde un momento, y descarga una buena ráfaga sobre el enemigo, que vuelve a girar sobre ellos tambaleándose. Aún está lejos de morir, pero ya no tiene ninguna contemplación por las órdenes de su jefe: apunta el lanzallamas hacia los dos humanos y su perro, e incendia el pasillo de un solo disparo… la serpiente de fuego avanza hacia ellos, pero Ian alcanza a proteger a Natasha, empujándola hacia un cuarto lateral. Ella, mientras cae, alcanza a ver las llamas ganando la espalda de su compañero…

   Desde la puerta, Albert ve cómo el resto de las tropas mutantes vuelve finalmente a su base, alertados por las llamaradas y los balazos.



[1]En el diálogo original, el mutante llama “Liu Tenant” a su superior, seguramente confundiendo su rango (“Lieutenant”: Teniente) con un nombre de pila. Aunque en los subtítulos, españoles de España, se ha optado por “Te miente”, a los latinos les pareció la opción menos mala una deformación de “Mi Teniente”. 

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